martes, 30 de noviembre de 2010

17-11-10

Un día normal como cualquier otro suena el teléfono a las 7 de la mañana, atiende tu mamá. Es una conversación rara por lo que lográs escuchar. Sentís un mal presentimiento. Te levantás como todos los días para ir a trabajar. La vez algo rara, sentís que es sobre el llamado pero no te animás a preguntar y te vas.
No es un día normal. Sentís un nudo en la garganta y desconocés la razón. Se aproxima el mediodía y la persona que te dio la vida te manda un mensaje diciéndote que tu mejor amiga esta internada OTRA VEZ y que te pasa a buscar para ir a visitarla.
Después de una hora de viaje, un viaje en silencio, llegás al hospital. El novio de tu amiga te espera en la puerta y te dice: "mirá que habla cualquier cosa porque está sedada, no te asustes". No le das importancia, muchas veces la viste en esas circunstancias y no era nada para preocuparse. Subís las escaleras y caminás por el pasillo hasta encontrar la habitación. Abrís la puerta y desde ese instante cambia tu vida...
Ves a tu mejor amiga, la única que siempre estuvo a tu lado, con la que compartiste momentos buenos y malos, con la que te sentís feliz y te olvidás de los problemas. La amiga que te hace confiar indudablemente en ella, la que te enseño lo que es la verdadera amistad; acostada en una camilla con un respirador artificial, llena de cables por todos lados, agitada, con la boca seca. Se te viene el mundo abajo, tratás de no llorar pero las lágrimas salen igual. Ella ve que llegaste y te regala una sonrisa la cual nunca vas a olvidar. Te da su mano y pasás largas horas parada al lado de la camilla sólo mirándola. La ves sufrir y sufrís el doble. Con mucho esfuerzo te dice que cuando se mejore tienen que ir al shopping juntas y vos admirás esa fortaleza que nunca perdió y sigue intacta hasta en el peor momento.
Ya son cerca de las 9 de la noche y su salud va empeorando. Su mamá destrozada llama al médico, no puede soportar ver a su hija sufrir. Ellos sacan a todos del cuarto. Te quedás mirando por el vidrio de la puerta del pasillo cómo van y vienen de esa habitación la cual estuviste todo el día. Pasa el tiempo y nadie te informa nada entonces el suegro de tu amiga se va a preguntar. Intentás leer los labios del doctor, "está complicada". Te sentás en el piso con tu otra amiga que comparte el mismo dolor que vos, ambas no entienden nada de lo que está pasando.
Por fin sale el padrastro de tu amiga, le preguntás qué pasa, cómo está, y te da la peor noticia que podías esperar... a tu amiga la durmieron totalmente para que no sienta más dolor, le quedan pocas horas de vida. La cruda verdad que tuviste frente a tus ojos y no querías aceptar. ¿Qué sentís en ese momento? Te puedo asegurar que te pasan miles de cosas por la cabeza. Una lluvia de recuerdos inunda tu mente. Te sentís débil, destrozada, no querés aceptar la realidad.
Te vas a despejar un poco con tu otra amiga pero cuando volvés te encontrás con los valores cardíacos a la mitad de lo que deberían estar. Juntas la toman de la mano y dejan pasar los segundos, minutos y horas. A medida que esto ocurre los valores van bajando. Empieza a sonar la alarma, los médicos entran rapidísimo y te hacen esperar afuera. Esos minutos se te hacen eternos. Finalmente te informan que murió...
No se puede explicar con palabras ese momento. Después de esto pensás que nada más grave te puede pasar, pero te equivocás. Hay algo mucho peor y es el día a día. RECORDARLA, EXTRAÑARLA, LLORARLA Y NECESITARLA A CADA SEGUNDO Y PARA SIEMPRE, porque pueden pasar los años, pueden pasarte cosas buenas que te hagan feliz, podés conocer a otras personas que te ayuden a seguir pero el dolor NUNCA se va, sólo aprendés a vivir con él.
"Yo que ignoraba, en cierta forma, el punto en que se hallaba la enfermedad, aprendí que la vida es como un hilo que se corta de improviso y sin avisar". Aprendí que siempre, por más difícil que se te haga seguir, hay que ponerle garra y salir adelante aunque ahora sienta que ya no puedo más. Aprendí que hay que decir las cosas cuando las sentís, no dejar pasar el tiempo y ¡disfrutar!
No creo en Dios, no creo en el cielo, no creo en la eternidad. Sé que no te voy a ver más pero me queda la conciencia tranquila porque siempre te dije todo lo que significabas para mí, vivimos momentos inolvidables. Y si volviera el tiempo atrás y me dieran a elegir entre conocerte con la consecuencia que es este inmenso dolor que siento ahora o no conocerte, sin duda te elegiría... Amigas para toda la vida.

1 comentario:

  1. ana juro q lei esto y estoy llorando nada no puedo decirte nada solo q sos una exelente amiga

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